Las raíces de la fotografía, por extraño que pueda parecer, se remontan, en occidente, a la época de los griegos. Ya entonces se conocían los fundamentos de la cámara oscura, aunque la teoría sobre la visión vigente en la época, postulada por Aristóteles y Euclides, no permitía una correcta comprensión de la misma. Según ésta, los ojos proyectaban rayos luminosos dirigidos hacia los objetos y no viceversa. En el siglo X, un erudito árabe llamado Alhacén escribió el primer tratado de óptica en el que se desmentía esta teoría y se incluía una descripción precisa del funcionamiento de la cámara oscura.
Pero, ¿en qué consistía el invento? Bien, ya en la antigüedad descubrieron que si en una sala oscura (de ahí lo de «cámara») se dejaba pasar luz por un pequeño orificio, ésta formaba una imagen sobre una superficie plana, idéntica a la imagen del exterior de la cámara, solo que invertida. De hecho, triplemente invertida: lo de arriba, abajo; la derecha, a la izquierda, y lo de adelante, atrás. Como un espejo (donde se invierte la profundidad), pero girado 180º.
Por este motivo, dado que la cámara oscura producía una imagen especular de la realidad, los pintores a partir del siglo XV que usaban este invento para reproducir imágenes con un realismo sin precedentes, incluían un espejo dentro de la caja que, invirtiendo la imagen una vez más, volvía a ponerla «al derecho». Este mismo espejo sigue siendo necesario en las cámaras réflex actuales aunque cumple más funciones (de hecho, en lugar de un espejo, tienen tres).
El principio por el que se consigue formar así una imagen, prescindiendo por completo de cualquier lente, es bastante intuitivo. Basta con entender que la luz viaja en línea recta (de hecho, Euclides mencionaba la cámara oscura como demostración de este fenómeno). Pero, por el mismo motivo, es fácil entender que las imágenes resultantes no siempre son todo lo nítidas que debieran. Si el agujero (estenopo) es demasiado grande, la luz se difunde en todas las direcciones y forma una imagen borrosa en el plano de proyección. Si es demasiado pequeño, se producen distorsiones debido a la difracción. Todo ello se soluciona mediante el uso de lentes convergentes, que además permiten agrandar la apertura de la caja para crear imágenes más luminosas. Es el germen de los objetivos fotográficos, pero ese, es otro cantar.