Katsushika Hokusai fue un pintor y grabador japonés del período Edo, adscrito a la escuela Ukiyo-e, caracterizada por el uso de una particular técnica de grabado xilográfico (en madera). No es de extrañar que una escuela artística que cuyo producto estrella era la imagen seriada, surgiese en paralelo al auge de una nueva clase social: una burguesía urbana y comerciante, que demandaba este tipo de creaciones estéticas, menos costosas que la pintura de los aristócratas. En consecuencia, la nueva técnica se utilizó para producir imágenes acordes con los intereses de esta clase media, a saber: escenas cotidianas o costumbristas, paisajes, retratos de actores famosos, y, como no, chicas guapas y sexo (bastante explícito, por cierto).
La sociedad demandó una nueva técnica y esta, a su vez, originó una estética característica. Las estampas Ukiyo-e se reconocen por sus masas de tintas planas, contorneadas con una firme línea negra, algún gradiente monocromo ocasional y un número de colores, por lo general, limitado… en definitiva, un tipo de imagen limpia, sintética, con poca profundidad, rica en patrones decorativos pero pobre en texturas, que podría recordar a ciertos tipos de ilustración o, incluso, ciertas serigrafías. Todo ello guarda relación con las limitaciones de la propia técnica: las masas de colores planos, por ejemplo, se explican por la necesidad de estampar cada tinta por separado, (lo que dificulta fundir unos colores con otros o crear sombras).
Por otra parte, el grabado implica cierta planificación. Entre el artista y el papel hay un paso intermedio: la matriz de madera tallada y, en ella, no es tan fácil hacer y deshacer como en un lienzo con pintura. Supongamos que el artista quiere representar algo aparentemente caótico, una textura aleatoria (véase: una nube, o la espuma de una ola). Si tuviese una brocha, probablemente aprovecharía los movimientos automáticos y descontrolados de su mano para generar texturas, corrigiendo los posibles errores sobre la marcha. Pero, para tallar eso mismo… no resulta tan sencillo planear el caos (de esto saben los programadores). Probablemente por ello aparezcan tantos patrones decorativos en este tipo de imágenes: su función es rellenar una superficie, aportándole variedad y riqueza, pero sin cobrar protagonismo. Un elemento repetido termina resultando indiferente a la vista, permitiéndonos ver el conjunto como algo uniforme (que no liso): como «ruido».
En este contexto, puede resultar coherente hablar de fractales en ciertas obras de Hokusai. A fin de cuentas, este tipo de patrones suponen una forma sencilla de generar «caos» a partir del orden. Resultan especialmente útiles para enrarecer una línea sin comerse mucho el coco y encima, dan una gran coherencia al conjunto sin llamar demasiado la atención. Con ello, claro, no quiero decir que Hokusai conociese o utilizase este tipo de estructuras matemáticas, pero quizás, por una cuestión puramente pragmática, llegó a la misma conclusión que las ramas de los árboles o las hojas de los helechos. A fin de cuentas, ya lo dijo el propio Mandelbrot:
Las nubes no son esferas, las montañas no son conos, las costas no son círculos y la corteza no es lisa.
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interesante