Algunos de los aparatos que lanzábamos al mar, no volvían a subir a bordo: se quedaban solitos en medio del océano para seguir mandando los datos captados por sus sensores, hasta el fin de sus días. Se trata de las boyas ARGO y del programa SMOS. Las primeras eran una especie de robots acuáticos capaces de sumergirse a miles de metros para medir salinidad, temperatura y presión, y mandar todos sus datos periódicamente vía satélite. Las segundas sirven para calibrar los datos de los satélites SMOS (Soil Moisture & Ocean Salinity), gracias a los cuales podemos obtener una imagen de la salinidad en superficie de las aguas y la humedad del suelo a nivel global.
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