Hace poco hablaba con un compañero de la universidad, sobre la incapacidad del arte para pronunciar cualquier tipo de denuncia y, por tanto, para cambiar las cosas. Aunque sigo pensando que la primera parte de esta idea es cierta (y aquí me recuerdo que debo escribir sobre ello), quizás la conclusión sea errónea. Quizás algunas obras de arte sí pueden cambiar o influir en cómo vemos ciertas cosas, sin adoptar, necesariamente, el papel de denuncia o de crítica.
Todo esto empezó a pasearse tras mis cejas después de ver el vídeo del último premiado de TED Talks. Me parecen especialmente interesantes los dos primeros proyectos que presenta el fotógrafo: “Face to face”, sobre Israel y Palestina y el anterior, en el que caricaturiza a los protagonistas de los disturbios de París en 2007. En ellos no se utiliza un tono de protesta (el enésimo desgraciado con cara de pena encabezando el World Press Photo Contest), sino el humor. Pero el humor es el arma más poderosa de cohesión social: fuerza la empatía con el otro, conforma y une al grupo. En este caso, las fronteras de ese grupo se difuminan, porque la risa obliga a incluir al “otro”, el enemigo, el de la otra clase, dentro de él.
Los siguientes proyectos de JR, parecen menos certeros, más arbitrarios. La misma charla de TED contiene ideas bastante sobervias: en un momento, el fotógrafo afirma que su obra había servido para que la gente de la zona (¿Monrovia?), durante un rato, se preguntase por “El Arte”, en lugar de plantearse qué iba a comer al día siguiente. Lo que no entiendo yo es por qué preguntarse por “El Arte” habría de ser algo “Bueno” o mejor que un bocata de jamón, que también le quita a uno la necesidad de pensar en comida. Pero supongo que, lo que intenta decir JR es que con El Arte, el pobretón hambriento se equiparara “espiritualmente” a los delicados visitantes de un museo. Supongo que a JR le parece un objetivo deseable (se diría que lo peor del hambre es que no le deja a uno preguntarse por El Arte).