Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma.
(William Shakespeare, escritor)
Los paisajes desde el Hespérides eran impresionantes. El horizonte parecía trazado con un tiralíneas. Por eso, a la hora de la puesta de sol, las cámaras de fotos se multiplicaban en cubierta de vuelo.
Paisaje nocturno:
Otro recuerdo que procuraré guardar: por las noches, el puente de mando, la proa, era la única zona del barco que debía permanecer totalmente a oscuras para facilitar la visiblidad. Además, siempre había gente allí haciendo guardia, por lo que algunas noches subíamos a hacerles una visita. Abrir la puerta que daba al exterior del puente y darse de bruces contra el cielo cuajado de estrellas era una sensación indescriptible. Parecía que se te echaba encima y era imposible apartar los ojos. El océano abierto es, probablemente, una de las pocas zonas del mundo libre de contaminación lumínica todavía. Me da envidia pensar que hace algunos siglos todo el mundo disfrutaba de los cielos nocturnos que yo sólo he visto a bordo del Hespérides y que quizás no vuelva a encontrar.
Como no, subí algunas noches a jugar con mi cámara de fotos. Las nubes luminosas de las imágenes son el resultado de exponer durante 5 minutos, el movimiento de las estrellas en el cielo combinado con el del propio barco.
1 Comment
Pingback: Las fotos de Malaspina: (10) Llegada a Río | puratura
Edit this