La gente atribuye con demasiada facilidad cualidades y fiabilidad a cualquier conocimiento que consideren o suficientemente antiguo. “Es un saber milenario”, se dice. E intuitivamente, tendemos a pensar que eso debe de tener algún valor, ya que nada sobrevive al tiempo si no merece realmente la pena. Sin embargo, no debería confundirse “milenario” con “de hace mil años”.
Un saber milenario es aquel que ha avanzado, se ha actualizado y ha seguido, por tanto “vivo” y vigente durante al menos mil años. La astronomía es un saber milenario: se ha aplicado, ha crecido y mejorado durante todo ese tiempo. Un “saber” que alguien pensó cualquier miércoles por la tarde de un pasado muy remoto, que pegó en su momento pero que no ha sido revisado en un milenio, puede ser un cadáver de hace mil años pero en ningún caso es “milenario”.
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Como la Bíblia sin ir más lejos