La exposición ha terminado y, a juzgar por los comentarios que he recibido y por la afluencia de público, ¡ha sido todo un éxito! Me quedo, sobre todo, con la efusiva felicitación de César Tomé y con el detallado análisis de Mauricio Schwarz. Siempre mola que los listos te digan que haces las cosas bien. Y mola aún más cuando te sueltan críticas tan… elocuentes como:
¿Los textos son tuyos? ¡Tienes un
arrebato lírico cojonudo!
Sin duda, un arrebato lírico: no hay mejor explicación para todas turas que me salen de vez en cuando por los dedos. Pequeñas cesiones a la bicha, sin correa, que se escapa corriendo por las colinas cuando yo no me entero.
Aparte de eso: me impresionó descubrir la sala llena en los momentos más insospechados. El sábado por la tarde, mi familia había venido para celebrar mi cumpleaños y quise acompañarles a las 4 de la tarde a ver la exposición: una hora de siesta a la que suele haber poca gente. O eso me pensaba yo. Cuando llegué y vi tanta gente viendo las fotos, me temí lo peor: que hubiese alguna explicación programada a esa hora (igual que el día anterior) de la que yo no me había enterado, que me tocase hacer “algo”, hablar, darme a conocer o lo que fuese. Tan sorprendida estaba que me infiltré entre los desconocidos, intentando poner cara de visitante y comencé a preguntar por qué estaban allí. Supongo que me tomaron por demente: “Estamos… viendo la exposición de fotos”.
Francamente impactante. Aunque supongo que mis espectativas venían marcadas por tantos años de ver salas expositivas de la facultad de Bellas Artes vacías. Y por eso también me sorprendió descubrir que, aun llenos de gente, estos peculiares lugares (espacios donde la gente espera encontrar “Arte”) son tristemente silenciosos. Es automático: uno cruza la puerta de una sala expositiva y empieza a hablar en susurros. Exactamente igual que en una iglesia: lo “apropiado” es adoptar una actitud reverencial y contemplativa que me ha turbado, ahora que yo era quien había parido el objeto de “contemplación”: sólo espero que nadie pensase que aquello era Arte. Sólo decoración y entretenimiento, creánme. Bonitas postales. Nadie se queda silencioso ante unas postales: ¿por qué sucede esto cuando las ven colgadas de un museo? Es desconcertante.
Para terminar, os dejo un genial vídeo elaborado estos dáis por Pepo Jiménez (Kurioso en la red). Durante todo el fin de semana y, mientras los demás nos entreteníamos en las salas del Bizkaia Aretoa, este crack se quedó en su propio refugio espiritual preparando este regalazo para los demás Amazings. Creo que le hemos dado las gracias unas 50000 veces ya, pero sin duda, aún no son todas las que merece.
4 Comments
Creo que agradecería el respetuoso silencio del público para ponerme en onda con esas imágenes de inmensidades árticas. Una alegría que haya salido tan bien la exposición. 🙂
¡Gracias Heli! La verdad es que ha sido una experiencia positiva.
Mi manía por el silencio es más por las connotaciones del contexto “artístico” del que, en esta ocasión, quería huir. Hay algo (cierto tipo de espectativas quizás) que le sucede al público ante un “cuadro” pero que no tiene lugar cuando mira un vídeo, por ejemplo, o un póster. Y a mí me gusta más el contexto en el que juegan el vídeo o el póster: sin intentar aleccionar o “épater” a nadie.
Por lo demás, probablemente tengas razón: el sonido del Ártico es más parecido al de una sala silenciosa que a cualquier otra cosa. Sólo nos faltaba poner el aire acondicionado a tope 😉
Fue una gozada ver la exposición mientras explicabas las fotografías en la inauguración.
¡Gracias Aitor! Fue una “inauguración” bastante improvisada, pero creo que al final lo pasamos bien. Hasta la próxima 🙂