En el océano hay una caracola que contiene un océano entero.
Durante generaciones, la gente creyó que al presionar una concha marina contra su oído, lo que oía era el rugido del mar. Pocos relatos de la cultura popular resultan tan evocadores y, al mismo tiempo, tan erróneos. No existe ninguna relación entre el mar y ese sonido característico, más allá de la asociación mental entre la caracola y su lugar de origen que probablemente dio lugar a este relato popular. Sin embargo, como las mejores metáforas, esta nos puede servir de excusa para explicar una historia real.
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Otro mito popular sobre las caracolas vincula su sonido al flujo sanguíneo que, supuestamente, emitiría un eco al atravesar los vasos sanguíneos de los oídos. Esta explicación se encuentra por todo internet, especialmente (e irónicamente) en webs educacionales que tienen por objetivo desmentir mitos sin fundamento científico. El mismísimo Carl Sagan cayó en este error. Pero a pesar de su insistencia en la web, en la Wikipedia y hasta en el Ulises de Joyce, este mito es falso. De manera más general y según explica el cardiólogo Julián Palacios, el flujo sanguíneo no suele producir ningún sonido, da igual lo que usemos para escucharlo.
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