Nadie ve lo que son las cosas si no sabe lo que deberían ser
Ernst Gombrich, historiador de arte. «Arte e Ilusión».
Schiaparelli fue un astrónomo italiano. Durante años se dedicó a observar el planeta Marte, dibujando con gran cuidado una serie de canales que alcanzaba a ver en su superficie. A estos “canales” debemos, en gran parte, el origen de la leyenda de los marcianos: la idea de que nuestro planeta vecino debía de estar habitado por seres inteligentes.
Sin embargo, las observaciones de Schiaparelli fueron pronto puestas en duda. Tras la muerte del astrónomo, telescopios más precisos desvelaron que la superficie del planeta rojo es, en realidad, desértica, salpicada por cráteres de impacto y formaciones de origen volcánico. Los famosos canales fueron entonces atribuidos a la propia estructura del ojo de Schiaparelli: las venas de su mismísima retina.
No deja de ser irónico. Y bonito. E irónico. Una vida dedicada a mapear el universo para terminar encontrando, en los mapas, el propio ojo observador.
(Esta historia la cuenta, con más detalle y mejor contexto, Antonio Martínez Ron en El ojo desnudo).