Esa especie de rascacielos de maqueta que podéis ver en la imagen se llama “sheng”. La primera vez que me enseñaron el vídeo, pensé que debía de tratarse de un invento contemporáneo, un juguete creado ex profeso para sonar a Super Mario. Nada más lejos de la realidad: el sheng es un instrumento de viento tradicional chino, tan antiguo que aparece ya mencionado en textos del s. VII a. C. Sus abuelos de lengüeta libre, (otros instrumentos de viento conocidos como he y yu) son, incluso anteriores a esta fecha: según wikipedia, datan de los siglos XIV a XII a. C.
Evidentemente, el instrumento ha cambiado bastante desde entonces y, especialmente en el siglo XX, ampliando su rango sonoro y su volumen, así como el número de tubos que lo componen. Las llaves también son un añadido del siglo pasado y son las que distinguen la versión más sofisticada del instrumento (keyed sheng, como el del primer vídeo, con más tubos y flexibilidad sonora) de la tradicional. Pero incluso la versión tradicional, tiene un sonido…
¿Quizás se le pueda sacar algún parecido con la armónica o el acordeón? Dentro de la tradición occidental son los instrumentos de lengüetas libres más conocidos.
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Saludos desde Argentina estimada.
El sheng inspiró a Wheatstone (y otros); el mismo inventor y científico quien entre otros importantes aportes inventó el puente resistivo que lleva su nombre y que sirve para medir capacitancia, resistividad y varios parámetros electrónicos más; a crear un instrumento llamado Concertina que fue contemporáneo de otros de fuelles y de lengüeta por Europa (se cree vinculados entre sí y todos inspirados en el sheng que llegó al viejo continente a finales del XVIII). En otras palabras se podría afirmar que el Sheng es de alguna manera el padre técnico y sonoro del bandoneón y el acordeón, y por supuesto de la armónica. Es bueno recordar que lo que a los occidentales suena a “Mario Bros” tal vez se deba a que los orientales poseen una mayor capacidad auditiva al momento de separar entre frecuencias sobre todo en el rango agudo, de ahí que a nuestro perezoso órgano de Corti le suene su música un tanto chillona, cosa que se esfuma con la simple exposición a esa estética y de esa manera ampliamos nuestra percepción.